martes, 17 de septiembre de 2019

Así es la maniobra con el pacto de Maduro y la oposición minoritaria

KONFIDENCIALES

Por Juan Carlos Zapata 
Martes 17 de septiembre de 2019, 16:02h 
Por Juan Carlos Zapata (KonZ).-

John Bolton tenía razón. John Bolton lo tenía medido. Bolton decía que Maduro no era serio en las negociaciones en las que mediaba el gobierno de Noruega.

Nicolás Maduro quería ganar tiempo. Maduro seguía el guion de los cubanos de ganar tiempo. Y por ello Bolton exigió en aquella reunión de principios de agosto en Lima que ya estaba bien de diálogo y era tiempo de pasar a los hechos, y los hechos iban por retirarse del poder y despejar el camino para unas elecciones libres. No había otro camino.


Maduro prefiere este acuerdo que se cae por su 
propio peso / Foto: @NicolasMaduro

Maduro dijo que el acuerdo firmado este lunes con un sector de la oposición lo venía cuajando desde hace dos meses. Lo cual tampoco es verdad.

Ese plan tenía al menos tres meses rodando. Y estaba montado para que la operación se encaminara en octubre.

Sólo que algunos hechos se desencadenaron -la Orden Ejecutiva de Donald Trump- que obligaron al régimen a retirarse de la mesa de negociación y entonces tuvo que acelerar el pacto anunciado con cuatro partidos minoritarios que le hacen menos oposición a Maduro que a Juan Guaidó.

Lo dicho por Maduro indica que de igual manera iba a romper con la mesa de negociación. Pues resulta evidente que jugaba y sigue jugando en todos los terrenos.

Persiguiendo a la oposición de Guaidó. Acusando a Guaidó de posturas falsas como la entrega del territorio Esequibo. Protegiendo a las FARC y al ELN, al terrorismo.

Torturando. Matando. Violando los derechos humanos. Jugando a la guerra con Colombia. Sentándose y rompiendo con la mesa patrocinada por Noruega. Propiciando otro pacto con otra oposición. Todavía se propone seguir negociando en caso de que la mediación noruega así lo solicite.

El plan de Maduro no es la guerra con Colombia sino ponerle mano a la Asamblea Nacional

Ahora Maduro anuncia un acuerdo. No le gustó el que le propuso Guaidó. El de la separación de los cargos de ambos, de Maduro y Guaidó. El del Consejo de Gobierno. Y el de las elecciones libre. Maduro prefiere este otro que se cae por su propio peso:

1-Regreso de la bancada del PSUV a la Asamblea Nacional. Este punto estaba considerado en la carpintería de los acuerdos de Oslo.

Inclusive Maduro lo había anunciado en mayo. El retorno de los diputados chavistas implica el reconocimiento a la Asamblea Nacional, que es el foro para hacer política.

¿Pero implica que a la Asamblea Nacional se le restituyan las atribuciones? No.

Eso queda para después. ¿Se levanta el bloqueo a la Asamblea Nacional acusada y sancionada por desacato? Tampoco, eso sigue en discusión.

¿Diosdado Cabello hablará en calidad de diputado de la Asamblea Nacional o en calidad de presidente de la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente? De ambas, porque esta no desaparece.

Esta no cesa. Esta queda para acuerdos futuros. O peor, pues el documento establece que la ANC es un poder constituido, y que las partes, la oposición minoritaria y Maduro, “continuarán avanzando en acuerdos sobre el balance y el equilibrio de los poderes constituidos”. ¿Quién garantiza que ello vaya a ser así?

2-Dice el acuerdo que hay que actuar con prontitud y urgencia para nombrar un nuevo Consejo Nacional Electoral y establecer las garantías electorales para los procesos de votación.

¿Cuál proceso? ¿La elección presidencial? ¿Elecciones parlamentarias? ¿Elecciones generales? El punto del nuevo CNE también estaba incluido en la carpintería de Oslo y Barbados.

La pregunta es si será la Asamblea Nacional la encargada de designar al Poder Electoral o si será la Asamblea Nacional Constituyente. Se aprecia que aquí tampoco hay garantías de que la designación ocurra con la independencia del caso.

Sin embargo, reincorporados los diputados rojos a la Asamblea Nacional que preside Guaidó, la oposición mayoritaria tiene la oportunidad de debatir ante los ojos del país y la comunidad internacional este aspecto.

Un punto que, en todo caso, no puede dejarse arrebatar, pues se trata de una de las atribuciones que le competen al Parlamento legítimo.

Dice el acuerdo de Maduro y la oposición minoritaria, que se aplicará, en materia electoral, la representación proporcional contemplada en la Constitución.

Si esto es así, en el único espacio donde hay una representación amplia del país es en la Asamblea Nacional de Guaidó y no en la Asamblea Constituyente de Cabello y Maduro.

3-En el acuerdo entró el debate sobre el territorio Esequibo. Y no de buena fe, aunque presentado como tal, en defensa de los intereses de la Nación. Este punto lleva el ataque.

Y el objetivo es Guaidó y su equipo, acusado por Maduro y su grupo en el poder, de ser entreguista del territorio.

Así lo pactó la oposición minoritaria con Maduro, a sabiendas de lo que ello implica, por lo que el punto, montado en la mala fe, le resta credibilidad a los otros aspectos.

Sabían, además, los firmantes que en las negociaciones llevadas a cabo con la mediación del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, se había arribado a un acuerdo que sí tenía razón de Estado, y es lo que ha debido esperarse, si la buena fe privaba, a que este mismo tema sobre el Esequibo se discutiera en la Asamblea Nacional.

Aquel primer acuerdo con Zapatero era de Estado porque se había establecido entre los negociadores que representaban el Poder Legislativo legítimo y el aún reconocido gobierno de Maduro. Este nuevo no es el caso.

4-Vuelve Maduro con la Comisión de la Verdad. Vuelve Maduro a hablar de privados de libertad y no de presos políticos. Vuelven a proponer que sea la tan recurrida Comisión la que estudie los casos que puedan ser objetos de liberación.

Es una propuesta repetida. Lo lógico hubiera sido decretar desde ahora una amnistía general. Eso sí hubiese sido un anuncio que marca diferencia. Un anuncio de reconciliación hacia el país, y un anuncio hacia la comunidad internacional, hacia Michelle Bachelet, hacia la ONU que comienza la próxima semana a debatir el caso Maduro y el régimen de Maduro y la violación de los derechos humanos y el apoyo al terrorismo.

Pero no. Maduro no acuerda la amnistía. No sorprende. Como tampoco sorprende con el resto del acuerdo. Pues todo está calculado para jugar “con” y no a la política y ganar tiempo, más tiempo, siempre confundiendo. Volvamos a Bolton: no es serio de cara al país. Es serio de cara a sus intereses y pretensiones.

5-El resto de los puntos son coletillas: Rechazar las sanciones. Se propone un programa de intercambio de petróleo por alimentos. ¿A quién se lo proponen? Más de lo mismo: acuerdo para trabajar con la empresa privada.

Otra vez las mesas técnicas que no ofrecieron resultados y que por años se desgastaron en reuniones sin solucionar la crisis, porque no hay credibilidad ni confianza en el Ejecutivo de Maduro. Siempre termina haciendo lo que le conviene.

6-Por último está el aspecto de los actores. La representatividad de los firmantes. La credibilidad de los factores políticos.

El peso de los partidos y las figuras. El de Maduro es un gobierno sin legitimidad, y él un presidente que no goza de reconocimiento mundial, y hasta cuestionado por los aliados, con la excepción incondicional de Cuba, que salió de inmediato a defender el acuerdo.

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